junio 30, 2008

Con Biblia y Atalaya


Testigo de Jehová.
Comienzas a rodearte de gente distinta a ti. Está bien. Signo de que creces.
Por mi parte prometo no desaparecer, por lo menos no hacerlo sin dejar nota en el refrigerador como es la costumbre en las viejas familias donde todavía les preocupa el paradero de sus familiares.

Bonita tu metáfora de los acordes, siendo músico era una obligación una alegoría como esa. Pero nada más lejos de la realidad: sueño con desaparacer absorvido por una extraña forma de poesía y música, algún viejo fantasma de las noches bohemias, pero no, el secuestro fue impenitentemente laboral, quiero decir, tuve en el colegio mas trabajo que nunca... e impenitente, porque, ¿tanto esfuerzo para que una o dos alumnas entiendan la importancia de la justicia, y la importancia de Arguedas para el mundo andino?

¿De qué hablas? dirás tú. De Dios y los pobres. De qué díficil es decirle a los pobres en medio de su pobreza que Dios los ama. De que es urgente que alguien, todos, asumamos esa tarea.
Y a veces la tristeza me habita porque no es fácil hacerle entender esas cosas a estas chicas.
Y qué bueno que tú seas como eres. Como tú hay una o dos en el colegio. Eso me anima y reconforta.

A otra cosa. Comienzo a acostumbrarme a la vida matrimonial, y aunque subir 4 kilos en dos meses no tendría que ver con esto, pienso que me gusta estar casado. Tenía miedo, tengo que confesar. Pero creo que no es tan malo como lo pintan, no al menos en los primeros dos meses. Anímate!

Las canciones van y vienen, algunas se quedan, como una última que estuvo rondando varios meses y se decidió a venirse conmigo... esa sobre las victimas de la guerra terrorista, te conté. Ya me había desanimado a hacerla, pero llegó y bienvenida sea. Ojalá pueda cantártela pronto.

Te extraño un poco, amiguita, un poco porque se que en alguna oportunidad caerás en frente de mí. Sólo espero que no sea con tu Biblia y tu Atalaya. Es contagioso.

Un abrazo y un beso.

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