octubre 05, 2006

Nadie sabe

- ¿Podrás ir a comprarme lo que te pedí?
- Creo que sí -respondió, inseguro- ¿Cómo dijiste que se llamaban?
- "P..." -contestó ella. Se rió- Son esos papelitos... ¿Tienes una hoja que no te sirva?
- Sí -dijo él alcanzándole un papel viejo.
El resto de la gente no sabía nada. Hacía mucho ruido. Ella dibujaba un "p..." en el papel. Él le miraba las manos. Luego los ojos.
- Es algo así... -dijo ella por fin, enseñándole el dibujo.
- ¡Ah! -contestó él, feliz, reconociendo el dibujo de inmediato- son esas cositas donde se ponen las bolitas de papa...
- De causa -corrigió ella con una sonrisa.
- ¿Para qué hora los necesitas? -preguntó él animado por la sonrisa de ella. Era perfecta.
- Cuanto antes -respondió- porque sino tendré que pedirle el favor a...
- Ah -dijo él.- De repente él lo haría con más...
- Con más qué...
- No sé. Con más empeño.
- Ni siquiera nos hablamos -dijo ella fastidiándose un poco.
Él se había puesto serio pero casi nunca ese gesto le caía, mas bien, le deformaba la cara, parecía otro.
- Sabes -dijo- estoy molesto. Ahora estoy molesto...
- Entonces me voy -respondió ella intentando irse.
- ¡No! -le dijo él con la mano extendida- no te vayas, te estoy contando... -en realidad quería decirle "quiero que me escuches", "quiero que tú me escuches".
- Si estás molesto no tienes por qué desquitártela conmigo -dijo ella fastidiada. O tal vez estaba triste.
Él entendió que ella no quería oírlo. Al menos eso pensó.
- No es eso. -lo dijo como un suspiro, luego agregó- pero tómalo como quieras.
- Bien –respondió ella y se fue.
Él la vio irse. "Quiero que me escuches", pensó por última vez.
Más tarde ella le envió un mensaje al celular. Él le respondió, pero nadie sabe qué se dijeron. Lo que haya sido, tal vez siempre ellos entiendan otra cosa.