setiembre 20, 2008

El quinto secreto

Dispuesto a comer, respiro hondamente cogiendo con suavidad los cubiertos. Hay demasiados gritos y niños que corren; risas de niñas y desorden en el mostrador.
Tengo cuarenta y cinco minutos para el almuerzo antes de entrar a la próxima clase y debo disfrutar de la mejor manera esta comida.
Llega la señorita con el plato y de inmediato le doy curso a la comedera. De pronto alguien está mirandome. Es el niño. El niño que todos detestan. El niño que nunca come porque disfruta hacerte perder el tiempo con sus preguntas idiotas. El resto de profesores del colegio prefieren comer en el patio para evitar al niño.
Empiezo a comer más despacio. Tal vez si no hago ruido piense que soy autista, o quizá sordo. Pero a este niño le importa un bledo las circunstancias. El niño ataca.

- Profesor -dice buscandome los ojos- ¿es verdad que en el colegio los niños estamos propensos a sufrir algún accidente?
Me quedo en silencio. ¿Qué será mejor? ¿Comer haciendome el que no oye? ¿Levantarme de pronto?
- Profesor -insiste con voz de inocencia- ¿es verdad que en el colegio los niños estamos propensos a sufrir algún accidente?
Comúnmente los profesores huyen ante la primera pregunta, porque no hay forma de escapar de la segunda, ni de la tercera. No hay forma de escapar. Entonces pienso. Yo no soy un profesor común.

- ¿Quién te ha dicho eso? -respondo mirandolo fijamente a los ojos.
- Nadie. Yo pensaba nomás.
- Esa información es confidencial.
El niño abre los ojos con asombro. Deja la cuchara sobre su plato y traga un poco de saliva.
- Quien te dijo eso cometió una infidencia gravísima.
- ¿infidencia?
- Lo ha revelado... -le digo acercándome a él y casi susurrando- ...ha revelado el tercer secreto.
-¿secreto?
- Uno de los secretos del Libro Rojo del Enano...
- rojo...
- Tienes suerte de conocer sólo el tercer secreto...
El niño ahora aleja su plato de sopa. Junta las manos sobre su pecho.
- Si se llegara a saber los cinco secretos del Libro Rojo del Enano sería la desgracia...
El niño voltea ahora nerviosamente a mirar a sus compañeros que comen alegremente en otra mesa.
- La maldición dice que no viviremos para contarlo...
De pronto, la sala se silencia, todos se han ido. El recreo continúa en el patio.
- Yo conozco el quinto secreto.
El niño se levanta abruptamente y me deja solo. Camina con prisa hasta la mampara de salida y se detiene a mirarme. Busca otro rostro antes de salir, pero el señor de los dulces lee atento su periódico. El niño sale del comedor y yo continúo mi almuerzo con una sonrisa.

Hoy he llegado con alegría a mi lugar favorito. Por alguna razón, el niño esta sentado a tres mesas de mí. Come mirandome con atención, pero no dice ni una sola palabra.