mayo 24, 2009

Como una sentencia

Algo yo recuerdo de mi juventud temprana (porque me considero joven aún), me refiero a mis primeros años de vehemencia y libertad. Algo que no debiera olvidar nunca, y que con seguridad, tuvo que haber señalado el curso de mi vida afectiva de los años posteriores.
En realidad, en ese momento no tenía las palabras para explicarlo, es más, yo nunca tuve las palabras para explicarlo. Algunos años después se lo oí decir a Omar Camino.
 
Fue de pronto, sin querer, como una brisa que llega a tu rostro trayéndote los aromas de las algas y las caracolas, como un soplo. Estaba mi buen amigo delante de mí, cantando la más bella de sus canciones, diciendo en un solo verso la lección que mis años de nobel enamorado habían aprendido y que no había podido explicar nunca en palabras... Omar me la regalaba en forma de poesía: "...para olvidar es preciso saber que nadie nunca nos pertenece".
 
¿Te imaginas cuántas noches de desamor, de dulce tortura, de cielos ennegrecidos, de musas secuestradas, de corazones arropados de decepción, de locuras acechantes, de fantasmas perturbadores, de lúgubres sueños, de sudores quemantes, de lágrimas hirientes, de fotografías rotas, de cartas incineradas, de amar eternamente, nos habríamos ahorrado si tan solo guardáramos en nuestra mente esta frase como una sentencia?

mayo 17, 2009

No puedo renunciar

Puedo renunciar a ser esperma.
Puedo renunciar a ser niño u hombre.
Puedo renunciar a ser sabio o aprendiz.
Puedo renunciar a ser infinitamente libre o eternamente esclavo.
Puedo renunciar a ser músico, poeta o fabricante de mitos.
Puedo renunciar a tu cuerpo y a tu historia.
Puedo renunciar a ser heterosexual.
Puedo renunciar a ser gay.
Puedo renunciar a mi nombre, y al tuyo.
Puedo renunciar a mis manos y a todo lo que ellas construyen.
Puedo renunciar a mis pies y al más pequeño de mis vellos.
Puedo renunciar a la sangre y a mis venas.
Puedo renunciar al sudor nocturno y a los jadeos.
Puedo renunciar al abrazo y a los gestos.
Puedo renunciar a la palabra.
Puedo renunciar a mi voz.
Puedo renunciar a los acordes y a la escala.
Puedo renunciar al fracaso y a la meta.
Puedo renunciar al camino y a los que vienen luego.
Puedo renunciar a la canción.
Puedo renunciar a lo imposible.
Puedo renunciar a la justicia y a la verdad.
Puedo renunciar a Dios.
 
Pero, cuando llegue su momento, a tres cosas no puedo renunciar,
a ser Hijo, a ser Hermano, y a ser Padre.
 

mayo 11, 2009

Janabeni

Escribí esta canción después de leer el testimonio de este poblador asháninca sobre la cosmovisión de su pueblo amazónico:

"Cuando el alma del muerto sale del cuerpo tiene que saltar, brincar, para pasar por el medio del fuego ardiente. Entonces, cuando pasa por este fuego ya está purificado. Luego sigue su camino hasta pasar a los espacios donde se ven las nubes (Menkoreenka). Más arriba de las nubes hay un espacio, tierra invisible para ellos, que se llama Janabeni. Allí va a vivir con los seres más buenos, tratables, llenos de cortesía, de respeto. Ahora sí vive tranquilo, goza tranquilo, todo goce es para él. Tiene su casa que nunca va a ser destruida, que nunca se va a podrir. Ahora vamos a contar qué pasa cuando mueren los que tienen relaciones sexuales con su familia cerca, que matan a sus paisanos, que roban a sus paisanos, que mienten, engañan, desobedecen. Cuando mueren, en su conciencia no pueden pasar este fuego ardiente ni tampoco ser aceptados donde están los seres más purificados. Entonces dan vuelta ahí mismo donde están sepultados. En ese sepulcro pueden tomar la forma de cualquier ave, de un añuje, de un venado… El venado de cuello largo es su alma. A veces, el perro de grandes ojos salientes y hocico torcido es el alma de un hombre que convivía con su hermana. Ahí dan vuelta, vuelta, vuelta. No sé cuánto tiempo van a existir, seguramente otros espíritus los matarán para que no aumenten. El espíritu de los tabaqueros también los mata. Si muere un animal, puede ser alma de ave, alma de venado, alma de ganado vacuno, no es necesario que su alma transite, ahí se pierde. Seguramente estamos aspirándole un poquito."

Eusebio Laos Ríos, poblador Asháninca.

Si quiero llegar (Janabeni)

Si quiero llegar he de brincar,
Y purificar el corazón
Seguir el camino entre una nube,
Y beber del agua que te da
Días que no acabarán jamás.

Mi casita no se va a podrir,
Y mi amigo será un buen señor;
no volveré a oler la oscura tierra,
ni el sabor amargo del dolor,
y dejarme muerto el corazón.

Si encuentro la muerte en mi camino
Pasaré entre el fuego hacia el calor del amor.

Si quieres llegar has de sufrir,
Tu alma ya no puede descansar;
En tu mente hay voces que te gritan,
Y en la bruma de tu soledad,
Algún animal por ti vendrá.

Gira y gira en tu mismo lugar,
Gira hasta que el cuerpo se te irá;
Serás como un perro de ojos turbios,
Y del barro al viento volarás,
Y los niños te respirarán.

Si encuentras la muerte en tu camino
No será más pena que el llorar sin final.

mayo 03, 2009

Urpipusay

Muchos amigos me han preguntado qué significa el nombre que uso como nick en los espacios de Internet. Y yo les cuento eso que escribe Alfonsina Barrionuevo sobre el pueblo de Chinchero (Cusco), y que reproduzco a continuación: 

“En los ayllus se practica el sirvinakuy o matrimonio de prueba, en su forma más pura. Los taitas deciden el casamiento de sus hijos. Si tienen descendencia y se comprenden continúan unidos. De otra manera se separan. Su palabra es ley. 

El sirvinakuy se ajusta a un ceremonial muy antiguo y tiene una serie de prolegómenos.

Primero es el rimanakuy o pedido de mano. Si llegan a un acuerdo oficializan el noviazgo en el tiyarichikuy, comida a la que asisten los parientes de ambos, menos los interesados. Luego vienen las fiestas del sirvinakuy que duran ocho días, y al cabo se trasladan las pertenencias de la novia en la ceremonia del atichikuy a la casa de su flamante esposo. 

El urpipusay o rapto de la paloma es el acto final en que la joven es llevada poéticamente en una ronda de flores, bailando en cada esquina, despidiéndose de la vida de soltera.

Al tercer día los padrinos dicen sus deberes al hombre y a la mujer y se inicia la vida conyugal que se rompe casi siempre con la muerte. De tiempo en tiempo las parejas bajan al pueblo y entran en la casa de Dios con sus ramos de gladiolos después de haber probado su amor con varios hijos.” 

Barrionuevo, Alfonsina. Cuzco mágico. Lima: Editorial Universo S.A.; 1968. 

Y termino diciendo: “Cuando Anita y yo decidimos casarnos, imaginamos para nosotros este ritual, en donde, por la magia del amor, una paloma llega a mi casa llena de música y de flores”.